El Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) está llevando a cabo un estudio en torno a la denominada COVID persistente a través de su Consorcio Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER), encargado por el Ministerio de Sanidad en coordinación con el Ministerio de Ciencia. Tras varios meses de trabajo ya están disponibles los resultados, que corresponden a la primera fase de este estudio, que ha buscado un consenso para tener una definición operativa de COVID persistente y sus elementos relevantes. La investigación, coordinada por el CIBER-ISCIII, que comenzó a finales del año pasado y que sigue en marcha, tiene como objetivo general obtener claves científicas para hacer frente a la COVID persistente, y se desarrolla en varias fases: la primera trata su definición, y las siguientes aportarán información sobre el proceso diagnóstico, los posibles predictores clínicos y biológicos, la carga de la enfermedad y las opciones terapéuticas. Estos primeros resultados aluden a la primera fase del estudio donde han participado, asimismo, la Agencia de Calidad y Evaluación Sanitarias de Cataluña (AQuAS) y el Parque Sanitario Sant Joan de Déu.
La motivación del estudio es reunir mayor conocimiento científico y paliar la falta de consenso generalizado en torno a las manifestaciones y síntomas persistentes que en ocasiones quedan tras superar la infección aguda. Para su realización se está contando con una representación de expertos científicos, clínicos y personas afectadas.
Para realizar la primera fase del estudio ello se ha llevado a cabo un estudio cualitativo –con entrevistas de opinión y grupos de discusión- se han revisado la literatura científica y las guías clínicas existentes, todo ello contando con la valoración de pacientes y profesionales implicados en el manejo de la COVID-19. Posteriormente, se ha realizado un estudio de consenso cuantitativo –con un modelo Delphi Concretamente, en este proceso participan representantes de pacientes y familiares; investigadores de las áreas temáticas de CIBER y otras redes de investigación estatales; profesionales sanitarios que realizan práctica clínica propuestos por 23 sociedades científicas, y profesionales del ámbito de gestión clínica y planificación en salud de las comunidades autónomas.
Las primeras conclusiones apuntan a un consenso en el uso de la terminología COVID persistente, aunque también se utiliza de manera común post-COVID. La definición conceptual consensuada tras este primer análisis es la siguiente: “Conjunto de síntomas multiorgánicos no atribuibles a otras causas que perduran tras la fase aguda de la infección”. Esta definición, incluye otros componentes o elementos clave y que son similares a otras ya propuestas por organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), como son las manifestaciones y los síntomas más frecuentes, su curso y evolución, la duración y gravedad, los aspectos necesarios para el diagnóstico, las prioridades en investigación y el estudio del impacto en la calidad de vida de las personas.
En cuanto a las manifestaciones y síntomas, los que consiguen un mayor acuerdo y están reforzados en la literatura consultada son los siguientes:
La variabilidad de los síntomas, su fluctuación y persistencia más allá de la fase aguda de la infección y su extensión más allá de los tres meses son tres de los conceptos más repetidos en esta fase del estudio. Los investigadores han concluido diversos factores necesarios para medir el impacto de la COVID persistente en la calidad de vida: relación con la salud global, función física, estado psicológico, actividad diaria, relaciones sociales y familiares, y rendimiento laboral. Se ha observado un consenso en prestar especial atención no sólo al desarrollo del problema de salud, también a las posibles consecuencias sociales derivadas de ella.
El estudio propone que para establecer un posible diagnóstico de la COVID persistente es necesario disponer, además de la citada definición y sus elementos clave, un diagnóstico previo de la infección aguda, bien con pruebas de laboratorio o bien por inclusión en la historia clínica –sobre todo para afectados en la primera ola donde no había estas pruebas; descartar otros problemas de salud a lo que pueda vincularse la sintomatología; definir posibles problemas previos de salud de las personas afectadas, y tener en cuenta los posibles daños y secuelas producidas por la infección aguda de los síntomas que pueden atribuirse a la COVID persistente. Todo ello es fundamental para consolidar esta definición del problema de salud y para sentar las bases diagnósticas, clínicas y relativas a los cuidados y las posibles consecuencias sociales y laborales.
Otro de los acercamientos de esta primera fase del estudio es la valoración de factores que pudieran predisponer a la aparición de COVID persistente. Los investigadores citan que, en el estudio cualitativo, los profesionales y pacientes citan el sexo femenino como posible factor de riesgo, un factor que también aparece en la revisión de literatura científica -que es escasa sobre factores pronósticos-, junto a la edad, la presencia de comorbilidades y la hospitalización en la fase aguda. También se cita la posibilidad de que determinados síntomas en la fase aguda, como la fatiga o la disnea o alteraciones en el sistema inmune, puedan ser un factor predictor de sintomatología persistente, aunque el conocimiento científico en torno a este punto aún es escaso.
Con respecto a la evaluación de la gravedad de los casos de COVID persistente, los investigadores señalan que los participantes no se ponen de acuerdo en cómo definir la ‘gravedad clínica’, y que la etiología y la fisiopatología aún no se han descrito en profundidad, por lo que una opción es describir perfiles de alteración funcional. Esta opción puede ser también compleja ya que aún no existe una escala validada para medir las alteraciones funcionales provocadas por la COVID persistente. En todo caso, se observa una falta de acuerdo sobre los factores potenciales de riesgo/ predisponentes, especialmente en el consenso cuantitativo.
Por otro lado, los resultados señalan que los participantes señalan la complejidad para decidir sobre la idoneidad de establecer una definición y abordaje específicos para posibles casos de COVID persistente en la población pediátrica, debido a las dificultades añadidas para interpretar manifestaciones y síntomas en esta población, y se añade la falta de existencia de un consenso clínico y a la falta de evidencias en la literatura científica.
También se han propuesto líneas de investigación futura que se consideran especialmente interesantes en el manejo científico de la COVID persistente, como los estudios de estratificación poblacional para identificar colectivos afectados (infantil, adolescente, adulto y mayor de 65 años); tener en cuenta la perspectiva de género; trabajar sobre los posibles problemas previos de salud, y estudiar los ingresos en el hospital o la UCI ligados a la infección aguda, así como otros determinantes clínicos, biológicos y contextuales.
Los resultados de la primera fase del estudio pueden consultarse de forma pública en la web del CIBER, y se espera que la definición consensuada de COVID persistente en el Sistema Nacional de Salud, alineada con otras definiciones existentes a nivel estatal e internacional, será aplicada para la continuación de la investigación, que espera aportar nuevos conocimientos y base científica para abordar el diagnóstico, tratamiento y manejo de la enfermedad.